viernes, 20 de noviembre de 2009

Nuevos barcos, viejas anclas


La reciente Cumbre Europea de Exopolítica, celebrada el pasado mes de julio en Sitges me ha dado algunos motivos de reflexión sobre los derroteros que está tomando el fenómeno OVNI. Desde hace más de seis décadas, el principal problema al que se han enfrentado testigos e investigadores de este misterio ha sido el de la credibilidad.



A todos les ha costado hacer entender que el fenómeno es tan real como inaprensible, y han tenido que pisar con pies de plomo para lograr que gobiernos y estamentos militares admitan su interés por la cuestión y liberen progresivamente sus archivos secretos. En Sitges descubrí estupefacto que la “nueva ufología” cree que solo de 2001 a esta parte existen iniciativas tendentes a luchar por la desclasificación de la información sobre No Identificados. Sus proponentes, la mayoría “investigadores de Internet”, dan por bueno que el Disclosure Project de Steven Greer fue la primera iniciativa que exigió más transparencia al Gobierno de los Estados Unidos en esta materia. Ignoran que décadas atrás existió una organización llamada Citizens Against UFO Secrecy (CAUS) que ya hizo lo mismo.



Es más, se valió de todos los recursos legales a su alcance logrando lo que el Disclosure Project ni se ha planteado siquiera. Y es que, amparándose en la Ley de Libertad de Información (FOIA en sus siglas en inglés), consiguió hace ya treinta años ganar un pleito a la CIA, de la que obtuvo alrededor de mil páginas clasificadas sobre ovnis. En aquel entonces, aquella organización logró, con la ayuda de dos abogados de Nueva York, Henry Rothblatt y Peter Gersten, lo que nadie antes había siquiera imaginado. Ya entonces se estimó que lo que la CIA había entregado a la opinión pública apenas rozaba el 10% de sus archivos ufológicos. Quedaban –¡en 1978!– no menos de 9.000 páginas por desclasificar. Otro tanto podríamos decir de la National Security Agency (NSA), la “madre” de todas las agencias de inteligencia en Estados Unidos. Cuando CAUS la acosó judicialmente, supo que atesoraba al menos dieciocho grandes archivos sobre la cuestión que, por desgracia, estaban exentos de la obligación de desclasificarse porque –decían– afectaban a la seguridad nacional. Al tiempo, un representante de la agencia, Eugene Yeates, admitió en una audiencia ante los tribunales que la NSA había encontrado al menos 239 documentos susceptibles de ser liberados a través de la Ley de Libertad de Información.
Hoy aquellos esfuerzos de hormiga parecen olvidados. Estamos construyendo una ufología basada en ruedas de prensa multitudinarias, tomas de postura públicas y escasos esfuerzos documental y diplomático. Ojalá me equivoque y el Proyecto Disclosure logre que la Administración Obama haga públicos esos archivos nunca entregados de la CIA, la NSA o cualquiera de sus otras veinte agencias secretas, pero tengo la impresión de que, si no se corrige el rumbo, si no se añade esfuerzo burocrático a esta empresa, todo puede quedar en humo. Y qué más quisiera yo que equivocarme. Sobre todo en este asunto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario